Tener frío y no sentir las piernas, no sentir nada, sólo la acostumbrada presión en el pecho. En todo caso, rutina.

Caminar como siempre con las manos en los bolsillos y los cordones desatados repitiendo la frase de los textos de urbanística: “una ciudad es al mismo tiempo muchas otras ciudades” como si fuera alguna suerte de amuleto, y sentir la necesidad de correr hasta perderse en una de esas ciudades con más smog, con más caos, con sirenas más fuertes, con más humo que me queme los pulmones a ver si de una vez me incinero y ardo hasta extinguirme y el fracaso no puede tocarme.

Levantar la cabeza y ver esta puta ciudad tan pulcra que da asco, asfixia, una ciudad de mierda donde nunca pasa nada, como las que diseñamos en la facultad; todo aquí tan bien puesto, y luego estoy yo que nunca encajo, luego estoy yo que sólo quiero convertirme en calathea para tirarme al sol y hacer fotosíntesis.

Medellín, mayo 27 de 2018.
Calathea | 2024
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